domingo, 21 de diciembre de 2008

¿A Dónde Se Ha Ido Mi Navidad?

Este año he pensado mucho en la navidad y todo lo que conlleva el periodo navideño, no suelo ser de las personas que les gustan las festividades y reuniones, tanto familiares como de amigos, y la navidad no es un excepción; sin embargo, este año hice todo lo posible para que no estuviéramos (mis padres y yo) solos en navidad. Estuve pensando un poco sobre el por que de mi actitud y después de algunos días me di cuenta de que no solamente no me gusta la navidad, sino que además me deprime un poco, me pregunte a mi misma ¿Por qué? Y me remonte a mi infancia guiada de los recuerdos de las personas a las que interrogue sobre sus experiencias navideñas y e aquí lo que encontré.

Desde que era muy pero muy pequeña tuve conflictos con la navidad; mi madre decidió que no incluiría a sus hijos dentro de la tradición de San Nicolás pues según ella el sufrimiento de saber la verdad excedía a la felicidad del mito, por lo que todas las navidades nos llevaban a la tienda para que nosotros personalmente escogiéramos nuestros regalos de navidad, que luego envolvían y guardaban bajo el arbolito de navidad hasta la noche buena. Esta practica tenia sus ventajas y en general nunca me queje. El escoger mis regalos me garantizaba que fueran exactamente lo que yo quería y esperaba, cosa que resulta bastante productivo cuando las personas no te conocen y no saben que es lo que te gusta en realidad. Pero por el otro lado esta la desesperación de saber que tienes lo que quieres pero no lo puedes utilizar, y mas aun, la decepción de ver como todos tus compañeros de escuela hacen su carta a San Nicolás y esperan con ansiedad su llegada mientras tus sabes que no es mas que una bola de mentiras, y lo que es aun peor, ver la cara de felicidad y sorpresa del resto de los niños, al abrir sus regalos y percatarse de que en realidad les ha traído aquello que esperaban; me deprimía la forma en que se jactaban de haber recibido sus regalos de Santa, y sus historias de cómo los había burlado y había introducido sus regalos en la casa sin que se dieran cuenta, aun cuando no tuvieran una chimenea por la cual entrara San Nicolás, y yo que si tenia chimenea no tenia a San Nicolás para que me trajera mis regalos.

Curiosamente, a pesar de no considerar a San Nicolás apropiado para sus propios hijos, si lo consideraban apropiado para los otros niños. Durante mi infancia (periodo del cual estoy hablando) vivía en un pueblo llamado Namiquipa (en el cual aun sigo pasando mis navidades con mis padres), en el pueblo hay mucha gente de escasos recursos debido principalmente a que Namiquipa es un pueblo agricultor y ganadero y que dichas actividades son de temporal. Mi madre como buena samaritana se encargaba todos los años de recolectar dinero de aquí y de allá, de compraba dulces, algunos juguetes, vestía a alguien del clásico San Nicolás (con su barba blanca y su traje rojo) y el 25 de diciembre a medio día salía por las calles del pueblo con su Santa, sus dulces y sus juguetes en la caja de su pick up, hacia un recorrido por algunas calles del pueblo tocando el clac son para alertar a lo niños y terminaba su recorrido en la plaza del pueblo en donde se repartían bolsitas de dulces a todos los que se reunían en torno a la plaza (sin importar la edad o el nivel socioeconómico al que pertenecieran) y se rifaban entre los presentes los regalos (por que claro esta, nunca había suficiente dinero como para comprar juguetes para todos los niños del pueblo) y en caso de que sobrasen bolsitas de dulces recorríamos los pueblos aledaños repartiéndolas hasta que se terminaban. Debo decir que era una experiencia muy bonita y gratificante, aunque en ese momento no lo sabia, esos dulces y juguetes eran lo único que muchos niños recibían para navidad y los incluía, en cierta forma, a los ritos navideños de los cuales hubiesen quedado excluidos de no haber sido por mi mama (que aunque no era la única que aportaba dinero ni tiempo, era el alma de la tradición, que murió el instante en que ella decidió que no podía hacerlo mas). El caso es que, a pesar de la satisfacción de ayudar a los demás, me resulta triste el pensar que durante toda mi infancia, para todos había San Nicolás por parte de mis padres, pero para mi no.
Para terminar mi historia y aumentar mi frustración, una vez que mis hermanos crecieron y se casaron y tuvieron hijos por su cuenta, cuando nos reuníamos en casa de mis padres mi padre se ponía personalmente el famoso traje de San Nicolás y entregaba a sus nietos los regalos. Entonces, si había San Nicolás para mis amigos y compañeros de la escuela, para mis primos, para los niños del pueblo y para mis sobrinos, ¿Por qué yo nunca tuve un regalo de San Nicolás? Algunas personas se han reído de mi cuando les platico mi trágica historia, me dicen que no debería de ser mal agradecida pues mis padres me han dado siempre todo lo que quiero, se mofan de mi y me dicen en tono sarcástico “hay pobrecita, nada mas le dan DINERO”, lo que parecen no entender es que mi pesar va mas allá del dinero; se trata de la falta del elemento sorpresa, de la falta de las creencias místicas que forjan la infancia, que le dan sabor y alimentan la imaginación del niño, se trata del hecho de no pertenecer.

viernes, 5 de diciembre de 2008

De lo cotidiano a la existencia de otros

Recientemente llegó a mí esta idea mientras ponía un comentario en la entrada de Jrg sobre cómo esas cosas cotidianas nos llegan a afectar de tal forma que nos cambian, cómo todo eso por simple y común que parezca es el motor y fuente de nuestra existencia, tal es el caso de las demás personas, ¿Qué es más cotidiano que la vida de una persona?, creo yo que nada y aun así hay personas que no dejan de maravillarnos con el simple hecho de existir...

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La noche y, tal vez, un recuerdo olvidado

En estos momentos es cuando me gustaría saber escribir... Maldita sea... Quiero transmitir la sensación, el sentimiento, la felicidad, la alegría que me brinda esta noche...
El ligero fresco, la soledad, el viento y el sonido, esa música de la madre naturaleza provocada por el movimiento de las hojas de los arboles...

¿Por qué no todas las noches son así?
No, mejor así, no las disfrutaría de la misma forma, ya que éstas son especiales.

La verdad no logro comprender por qué me gusta tanto. Tal vez algún recuerdo, algún suceso que me hizo muy feliz pasó en una noche como ésta. No sé.
Simplemente me detengo a observar a la nada, escucho y siento el viento, sonrío, entonces es cuando soy feliz.